Llegados al destino, el siempre agradable reencuentro con los compañeros y las presentaciones con los nuevos aficionados que se suman a este tipo de eventos. Entre tertulias, olor a mar y a barbacoa, se nos pasó la tarde volando y llegaba el momento de descansar.
Un gran número de luces en el horizonte, bajo la oscuridad de la noche, auguraban buenas sensaciones para el día de mañana.
La organización nos había gestionado un albergue cercano bastante acogedor y tranquilo. En él ultimábamos algunos nudos y aparejos antes de dormir.
Una vez desmentido el bulo del cambio de hora para esa noche, los despertadores sonaban con normalidad a las 5:15, momento en que caíamos de las literas y nos poníamos manos a la obra.
Las monturas salían a toda prisa del camión y se iban alineando en la avenida. Los participantes recibían entonces la colorida camisa del evento mientras algunos tomaban un ligero desayuno.